¿Cuál es la mejor edad para viajar?

¿Es verdad que existe una edad perfecta para viajar en la vida?

El rumor de que existe una cierta edad o período de tiempo para viajar es una realidad. Todos saben que las teorías apuntan a que mientras más joven se es, mejores las oportunidades de gozar de un buen viaje mochilero al Sudeste Asiático o de unos largos trekkings en las montañas de la Patagonia. Esto es solo un mito, si bien es verdad que la salud y las condiciones corporales cambian, el estado anímico puede permanecer intacto, el alma no envejece.

La vida pone límites ficticios que dependerán de ti mismo sobrepasarlos, barreras idiomáticas, estado físico, poco efectivo, soledad, etc. Todos conflictos que pueden ser resueltos siempre y cuando haya una predisposición establecida de antemano, es decir, ser consciente de aquello que nos afecta y aceptarlo. Una vez que se acepta se empieza a vivir mejor, y a partir de aquí es cuando se disfruta. No queremos hacer de este artículo una lección de vida ni mucho menos un sermón filosófico, nada de eso.

Haremos un repaso por algunas de las excusas que suelen existir en las diferentes etapas de la vida de un ser humano: la juventud, la adultez y la vejez, para encontrarles soluciones por medio de algunos referentes con experiencia en el campo de los viajes y el turismo.

No tengo dinero ¿Cómo hago?

En momentos tempranos de la vida, digamos unos veintitantos, se goza de la posibilidad de tener tiempo de sobra y mucha energía para utilizar a favor, pero todo a costa de una sola traba: el dinero. Puede que tengas trabajo pero tu paga es baja porque no tienes experiencia suficiente o no eres profesional todavía. Quizá trabajas en condiciones ilegales entonces tu billetera se encuentra en régimen. Pero tranquilo, no todo está perdido según Aniko Villalba: “Vivir en movimiento puede ser mucho más barato que vivir de manera fija”. Aniko es de Argentina pero vive viajando desde el 2008 y en motivo de esto creó un blog llamado Viajando por ahí donde cuenta sus aventuras.

“Viajar, para mí, no equivale a irse de vacaciones ni a llenarse de lujos, sino a salir a conocer todos los mundos que hay adentro de este. Y para eso, créanme, no se necesita mucho dinero. Se necesitan otras cosas: adaptabilidad, empatía, liviandad, apertura, predisposición, ganas”, cuenta la joven mochilera que ya recorrió más de 45 países. Algunos de sus consejos para gastar menos dinero son, por ejemplo: elegir hostales (que son más baratos), volar en temporada baja cuando los precios de los boletos de avión son menores, evitar los restaurantes turísticos que en muchos casos son más caros y no tan buenos como los locales.

Tengo hijos: ¿Es un impedimento?

Se suele comentar que al momento de querer encarar un viaje en etapas adultas donde las responsabilidades abundan y los hijos se vuelven una gran ocupación, el mayor obstáculo suele ser el tiempo de disfrute personal. Las obligaciones se incrementan y la atención se disipa, dos conflictos que si bien son reales pueden ser organizados de forma tal que el placer por viajar permanezca intacto. Todo es cuestión de tolerancia y paciencia.

La familia argentina viajera, anfitriona de un blog de viajes llamado Magia en el Camino, habla sobre el tema y asegura que muchos dicen que hay un montón de cosas que ya no se pueden hacer nunca más. Y en realidad ese “nunca más” se debería quitar y aclarar que solo algunas se deben postergar unos años. “Cuando nació Tahiel muchos nos decían que ya no íbamos a poder seguir con todo lo que implica Magia en el Camino, pero la realidad nos demostró que con mucha voluntad y un gran esfuerzo, pudimos seguir haciéndolo”, afirma el grupo.

“Los viajes con chicos tienen otros ritmos y es un gran desafío para los padres adaptarnos a esa nueva forma de viajar, por eso, toda la familia aprende a ser más flexible. Los posibles problemas que puedan presentarse nos ayudarán a incentivarlos a que ellos también tomen decisiones o nos den su opinión”, agregan.

Estoy demasiado grande, ya no puedo viajar

Puede que sobre el dinero y el tiempo incluso pero el mayor problema es la energía, la salud, el cuerpo. Nuestro bien más preciado suele decaer por diversos factores y es en este momento cuando surgen las dudas. ¿Tengo más de 80 años, puedo viajar? ¿Cómo hago para hacer las excursiones si soy jubilado? ¿Debería viajar en avión o en auto? ¿Mi hotel tiene ascensor? Estas son solo un puñado de todas las preguntas que surgen al llegar a la tercera edad. Pero a continuación encontrarás un aire de esperanza…

Le dicen la “abuelita mochilera”, tiene 83 años, es de España y hace una media de seis viajes anuales. Se llama Cándida García Santos y viaja con mochila hospedandose en los albergues low cost. En una entrevista realizada en una revista de viajes digital, cuenta que comenzó a viajar desde joven pero cuando llegó a los 30 decidió estudiar derecho y montó una oficina donde trabajó hasta su jubilación. Cuenta la señora:“Fue entonces cuando, el sueño de mi vida, que era dar la vuelta al mundo, se hizo realidad. Cambié la toga por una mochila, y yo y ella, y ella y yo, nos dimos la vuelta al mundo en solitario”.

“… cuando me preguntan que cuántos años tengo, yo les respondo algo que quedó marcado en mi mente cuando un día lo oí decir a no recuerdo quien: Yo tengo pocos años, quizás cuatro, seis o diez, porque los 83 años que ya viví no los tengo, ya se marcharon. Por lo tanto, tengo solo los años que me queden por vivir, así que hay que aprovecharlos, disfrutarlos y saborearlos”, afirma la Kandy. Suele suceder que la falta de seguridad en uno mismo lleva a la negación. Kandy tiene un consejo para esto: “Lo que le diría a quienes se enfrentan a su jubilación es que la vida no ha pasado; la vida empieza ahora en una nueva faceta”

El motor

Cuando se habla del motor que impulsa las ganas de viajar podemos citar a Jany, la fundadora de Soy Viajera, una comunidad de viajes alojada en la internet dedicada a las mujeres apasionadas por los viajes pero con información generalizada para todos los géneros. En una entrevista afirma que la curiosidad y deseo de conocimiento es aquello que la empuja: “tengo un anhelo constante de percibir otras culturas, formas de vida, ideologías y por supuesto paisajes”, dice Jeny y agrega: “... desde pequeña me encantaba la geografía. Mi clase favorita era cuando aprendíamos sobre los continentes, siempre me veían localizando ciudades en mapas…”.

El combustible que impulsa a todo vehículo viajero es una composición de sentimientos humanos en su estado más puro. El mero hecho de emprender una aventura al desconocido no tiene como devolución ningún beneficio palpable, es decir, no hay retornos materiales al momento de hacer una inversión viajera. Lo único que se obtiene es satisfacción, placer y un sentido de superación o logro, que más tarde, se transforma en crecimiento. Al no haber dinero, ni bienes materiales en juego, todo queda apoyado en emociones y estas mismas, son el empuje más fuerte que existe.

Recordemos que los hostales fueron simplemente una alternativa de solución para los jóvenes que querían gastar menos en hospedaje para poder viajar más, pero, hoy en día, al no existir límites concretos de edades las personas de la tercera edad a veces optan por estos alojamientos. O sea, que al fin y al cabo termina siendo un hospedaje para todas las edades. Por supuesto, los motivos para negarse un desafío hermoso e inolvidable como lo es viajar suelen ser innumerables y variados. No hay artículo que pueda cubrir todos los acontecimientos que un humano puede atravesar. Es por esto que cerramos aquí mismo, pero la buena noticia es que ya has leído opiniones de valor y puedes tomar una decisión...